Hoy pasaremos nuestras últimas
horas en este maravilloso país que tan bien nos ha tratado. Pese a ello,
tampoco madrugamos en exceso, sobre las 8 am iniciamos nuestro día. Como ya os
imaginareis nos está esperando un grandísimo desayuno. Un café con leche y un
mendrugo de pan duro. Bueno, eso pensábamos que nos esperaba, ya que si nos
descuidamos no nos sirven este delicioso manjar. Nos ha atendido una chica que
más o menos hablaba el mismo inglés que Paco Martínez Soria, y ha sido incapaz
de entender que lo que habíamos pedido era un café. Al cabo de un rato una
compañera suya viene a decirnos que lo sentían mucho, pero que a su compañera
se le había olvidado lo que habíamos pedido. ¿que se le ha olvidado? pero si
solamente hemos pedido dos cafés !!! ¿qué es lo que se le ha olvidado, el dos o
el café? madre mía que desastre de establecimiento.
Después de pagar la cuenta del
hotel, donde vemos que SÍ nos ha cobrado el sobre coste de la habitación, que
el primer día dijo que no nos cobraría, nos vamos a recorrer lo último que nos
queda de la ciudad sin querer entrar en más discusiones. Es el último día,
disfrutemos.
Hemos dirigido nuestros pasos
hacia la Pagoda del emperador de jade en el distrito de Da Kao. Esta enorme
pagado de 1909 está construida en honor del dios supremo taoísta, el emperador
de jade. Se trata de uno de los templos más espectaculares de la ciudad. El
ambiente está impregnado de oración e incienso.
Hemos pasado gran parte de la
mañana callejeando por el distrito de Da Kao, lugar donde se encuentran la mayoría
de consulados numerosos bares de moda además de algunos restaurantes de comida
tradicional.
Poco a poco nos hemos ido
acercando hacía la zona del hotel. Pero antes de nada, teníamos que brindar con
cerveza nuestro viaje. Así que en un local que tenía buena pinta nos pedimos
dos cervezas larue, y como aquí no existen los pintxos pues nos metemos entre
pecho y espalda los últimos rollitos fritos del viaje. O los que creíamos iban
a ser los últimos, porque poco rato después, en un restaurante justo al lado
del hotel, para comer pedimos una arroz frito y lo acompañamos con unos
rollitos, no podíamos despedirnos de Vietnam de otra forma. Iniciamos nuestra
aventura con unos rollitos y la despedimos de igual manera.
De esta forma tan gastronómica
ponemos fin a nuestros días en Vietnam. Un fabuloso país, altamente
recomendable, donde la amabilidad de su gente y su historia te cautivan desde
el primer momento. No sabemos si algún día volveremos, pero siempre tendremos
grandes recuerdos de este viaje.
cảm ơn bạn Việt Nam